Bioconstrucción

BIOCONSTRUCCIÓN

 

Entre el 30% y el 50% de las emisiones mundiales de CO2 se relacionan directa o indirectamente con la construcción de edificios. Por eso es más necesario que nunca impulsar nuevas formas de construir más sostenibles.
Es necesario plantear una arquitectura que haga una optimización en el uso de los materiales y el consumo energético.
Es necesario plantear una arquitectura que haga una optimización en el uso de los materiales y el consumo energético.

Un edificio es un producto de consumo como cualquier otro; eso sí, de más de 300 toneladas. Como en todo proceso de fabricación, la estandarización y producción masiva a través de cadenas de montaje incorpora importantes mejoras de rendimiento, costes y velocidad de ejecución. La arquitectura prefabricada, ya sea de hormigón, madera o cualquier otra alternativa, es un sistema a tener muy en cuenta en el presente y futuro de la arquitectura: ofrece edificios menos costosos y una significativa optimización en el uso de materiales.

La prefabricación siempre ha tenido que luchar contra la barrera de la personalización y es que, si bien es un sistema fantástico para reducir las emisiones de CO2 y los tiempos de ejecución, genera mucha resistencia la falta de personalización que conlleva. La preindustrialización, en cambio, plantea un sistema de prefabricación 100% personalizable: una vez que el estudio de diseño conoce en profundidad el sistema de fabricación puede crear viviendas únicas y con un gran valor arquitectónico, que además pueden fabricarse en un entorno controlado y eficiente para después ser ensambladas en obra.

La huella de carbono también se mide en función de los kilómetros recorridos por los productos que consumimos o los materiales que los componen. Cada lugar tiene sus propios recursos naturales; utilizarlos garantiza la reducción de la huella ecológica y facilita la reutilización de los materiales, además de crear demanda y riqueza en la región en la que se construye.

Los biorritmos son los procesos biológicos que tienen lugar en tu organismo a lo largo del día, los responsables de la inducción del sueño, el control de la orina y la sed por la noche, los estados de máxima alerta y fuerza durante el día, etcétera. Se regulan de forma natural a través del sol y funcionan mucho mejor si en casa reproduces la iluminación exterior a medida que el día avanza. Sigue este consejo para descansar mejor, reducir tu factura de la luz y también tu huella de carbono.

La estandarización del proceso de construcción de una casa para hacerla más eficiente no significa falta de personalización.

En este mundo donde el capital se mueve según la demanda, más que nunca hemos de tomar conciencia del peso de nuestras decisiones. Diseñadores, constructores y usuarios hemos de exigir al mercado respuestas a la necesidad de construir de forma más sostenible. Si existe una demanda de productos para la construcción con sellos ecológicos como el FSC o el PEFC en madera o directamente edificios con certificación LEED®, BREEAM® o PASSIVHAUS®, la industria hará lo necesario para satisfacerla.

Demoler, transportar y verter los escombros de un edificio tiene un considerable impacto medioambiental, y no solo por el CO2 emitido: el polvo y los compuestos que son liberados a la atmósfera también contaminan. Una arquitectura más sostenible pasa por rehabilitar y reutilizar edificios y estructuras en desuso; se reducen así las emisiones de demolición, se evita el levantamiento de nuevas estructuras y se desacelera el crecimiento urbanístico.

Existen herramientas muy bien pensadas para gestionar los residuos en las obras que permiten a los técnicos evaluar el volumen de cada fracción para prever cuántos contenedores de cada una serán necesarios. Pero a la hora de la verdad, con mucha suerte se separan los envases del resto. El reciclaje en los procesos de construcción es una asignatura pendiente del sector, cuya solución probablemente pase por una legislación más exigente.

Los recursos del planeta son finitos y en arquitectura el 80% de los que utilizamos son de base mineral inorgánica, que en ocasiones han tardado miles de millones de años en formarse como es el caso de las rocas graníticas y los mármoles. El estudio de los materiales biológicos y los biomateriales aúna algunas de las ramas científicas de más rápido crecimiento en el último siglo y esperamos pronto ver resultados en el campo de la arquitectura.

Cada lugar tiene sus propios recursos naturales; utilizarlos garantiza la reducción de la huella ecológica de los edificios.
Las obras son lugares de mucha tensión y prisas, y en ocasiones esta circunstancia nos lleva a no reflexionar sobre determinados aspectos, como la gestión interna de los residuos de obra: muchos materiales vienen embalados, a menudo vallas y encofrados se tiran cuando se les podría dar una segunda vida, etcétera. Ya no vale continuar procediendo de esa manera. Una buena formación en sostenibilidad o subvenciones para los agentes que participan en la obra podría inducir el cambio.

El concepto cradle to cradle (de la cuna a la cuna) implica diseñar y construir de modo que, una vez acabe la vida útil de un edificio, en lugar de demolerlo pueda ser desmontado y reconstruirse en otro lugar, o al menos reciclarse por partes. Para que esto sea posible, sistemas como la preindustrialización y la construcción en seco (sin uso de materiales fraguados como el hormigón, el cemento o el yeso) marcan el camino.

Los materiales poco procesados son como los alimentos que comparten el mismo nombre, de base natural y con poca energía incorporada a su proceso de preparación. Algunos de los que poseen impactos medioambientales más pequeños son el tapial, la arcilla prensada, la madera, las piedras o la cerámica. Los técnicos y los usuarios hemos de presionar a través de la demanda para que la industria incorpore nuevos miembros a esta escueta lista.

El diseño y la construcción de edificios son muy complicados sin los aglomerantes, productos utilizados en forma líquida o pastosa para adaptarse y regularizar superficies o uniones no uniformes. Hablamos de colas, pinturas, morteros, barnices, hormigones y un largo etcétera. La mayoría de industriales no se plantea la cantidad de sustancias potencialmente nocivas que la fabricación y puesta en obra de estos productos libera a la atmósfera. La buena noticia es que existen sus equivalentes ecológicos.

Si existe una demanda de productos para la construcción con sellos ecológicos como el FSC o el PEFC en madera o directamente edificios con certificación LEED®, BREEAM® o PASSIVHAUS®, la industria hará lo necesario para satisfacerla..

El Código Técnico de la Edificación (CTE) obliga a los arquitectos a definir gráficamente los lugares donde cada vivienda almacenará las cinco fracciones de residuos domésticos (cartón, envases, vidrio, orgánica y el resto). Este esfuerzo solo será útil si cada uno de nosotros adquiere el hábito de utilizar estos espacios.

Curiosamente, uno de los materiales reciclados que más aplicaciones ha tenido en la construcción en los últimos años es también uno de los más contaminantes: el plástico. La utilización de plásticos reciclados en la arquitectura moderna parece que será muy habitual y conveniente en los próximos años.

La naturaleza es el mejor ejemplo de cómo utilizar los recursos con la mínima inversión de energía. Observándola durante su infancia es como Gaudí se inspiró para crear sus diseños imposibles de bóvedas y pilares, tan delgados que parecían sostenidos por arte de magia. Una construcción más sostenible será posible si los diseñadores nos basamos en las geometrías y estrategias más eficientes presentes en la naturaleza.

Con la derogación de la ley 24/2013 del Sector Eléctrico, bautizada como la ley del “impuesto al sol”, las posibilidades de producción de energía eléctrica gratuita para nuestro propio consumo son infinitas. De forma individual o colectiva, sobre tu propio tejado o el del vecino, ya no hay restricciones a su instalación y aprovechamiento. Además, si tienes excedentes, puedes verterlos a la red y cobrar por ellos. La única limitación es el coste de la instalación inicial a pesar de la rápida amortización.

Una arquitectura más sostenible pasa por rehabilitar y reutilizar edificios y estructuras en desuso.
Uno de los síntomas más visibles del cambio climático es la polarización de las estaciones, veranos muy secos y calurosos e inviernos con lluvias torrenciales, nevadas y frío extremo. Esta realidad da sentido a la previsión de instalación de aljibes de gran capacidad, especialmente en viviendas unifamiliares de nueva construcción, para poder superar las temporadas secas con suficiente agua, especialmente para el riego.

El agua es un bien escaso y conviene sacar el máximo provecho de su utilización. Para ello tenemos la opción de instalar una red separativa de aguas grises y negras como una herramienta relativamente sencilla y de bajo coste en las viviendas de nueva construcción. Consiste en recircular el agua de duchas, lavamanos y fregaderos a las cisternas de los inodoros para ahorrar los 6 litros de cada descarga.

Calentar y enfriar el aire no es la forma más eficiente de climatizar un edificio, pero sí la más rápida; además, tampoco es muy saludable remover el aire como lo hacen estos sistemas. A pesar de ello es el método de climatización más común en nuestro país, y es por lo tanto necesario remarcar que para ventilar viviendas con estas instalaciones debemos de hacerlo muy pocos minutos dos o tres veces al día para no perder mucha energía térmica en el proceso.

Cada vez es más común instalar equipos supereficientes y potentes en casa. Son sistemas que requieren de un mantenimiento periódico, pero que los usuarios no solemos contratar, cosa que hace que los aparatos se acaben estropeando, y en muchas ocasiones repararlos es demasiado caro y acabamos reemplazándolos por otro nuevo. Esta estrategia es mucho menos eficiente que mantenerlos en perfecto estado durante décadas con un buen mantenimiento.